Recuerdo aún
las aguadillas en la arena,
en la república
que es mi juventud,
jugando a hacer
castillos en el agua
viviendo epopeyas
del lado de mis primos
(luego el
tiempo mostró su trascendencia ínfima).
Así pasé los días
de mi típica infancia
(Más típica si
cabe por creerla especial).
Me he puesto a
recordar en Galicia, en agosto,
Con los grillos
nocturnos, el runrún de la nevera,
un mosquito
cabrón y el lejano sonido de la feria
como únicos
guías.
Quiero
recordarlo todo en sepia,
o en blanco y
negro si puedo.
Sentiría más
respeto,
como cuando veo
cine clásico.
Pero no soy
John Wayne
(colgué, si las
tuve, hace ya tiempo las pistolas)
ni Cary Grant. Ni
os hermanos Marx.
Yo soy, creo.
No puedo asegurarlo al cien por cien.
Al menos cuando
muera y esto acabe
sé que saldré
en las tomas falsas.